SOBRE LAS BORRACHERAS EN LA FERIA DE SEVILLA
La verdad es que el
mundo no deja de sorprenderme, lo que no está nada mal dada mi edad y mi vida.
Hoy he visto en la tele
un nuevo apartado de noticias titulado “papagorda” sobre videos de borracheras
al límite en la Feria de Sevilla. Y parece que se ha puesto de moda filmarlas y
colgarlas en la red para vergüenza eterna del pobre desgraciado, o desgraciada,
ya que hay féminas por la calle en la misma situación, que han sido filmados,
sin importar a esos desaprensivos el daño personal, familiar y profesional que
con estos vídeos degradantes puedan causar.
En tiempos un poco más
compasivos distinguíamos muy bien el puntito, de las medias borracheras, de las
borracheras, de la bebida que te había
sentado mal, de cómo te había cogido el cuerpo, de si tenías el estómago vacío,
de un mareo por otras causas, y en estos tiempos tan peligrosos para las
mujeres, también están las copas con drogas preparadas por auténticos
criminales. A estos golfos les da igual, ellos lo filman, lo publicitan y luego
tú lo explicas. Y jódete.
Como recuerdo personal,
tuve en Puerto Banús una noche un mareo colosal provocado por el oído, me
sentía morir, y que me obligó a devolver al mar hasta la primera papilla
mientras oía los comentarios de la gente diciendo “que vergüenza, mira que
borrachera”. Naturalmente, a la par que devolvía me acordaba de su madre la
frutera, tal como ahora pasa con Sánchez, que hay que tener ganas de ser
Presidente para convertir a su madre en la fruta más popular de España. Esto es
lo que tiene el Poder, todo es un pago barato, hasta la reputación de la madre.
Pero también me está
sorprendiendo mucho el cambio enorme de relación de los españoles con el
alcohol. Yo pasé del biberón al vino tinto, sin ningún problema, no os asustéis,
me explico. En mis tiempos, hace más de setenta años, en mi parte de España, en
Bilbao, todo el mundo comía con vino. Y a todos los niños nos daba mucha
envidia que los mayores tomasen con agrado aquel líquido negro y nosotros
tomásemos agua. Y nuestros padres encontraron la solución –yo creo que en todas
las casas lo mismo-, a la primera protesta se le ponían unas gotas de vino en
el agua y asunto resuelto. Yo recuerdo haber comido así toda mi vida, de manera
que mi relación con el alcohol es desde la infancia.
Y, por supuesto, en la
adolescencia y en la madurez todo el mundo alguna vez se emborrachaba, pero
siempre era un accidente y nunca un propósito. Y no había ningún hidepu
grabándolo. Esta es el gran cambio. Que en mis tiempos nadie pretendía
emborracharse y en estos días la gente sale a la calle a emborracharse. En
aquellos tiempos los únicos que salían dispuestos a emborracharse eran los
americanos de las bases y de las pelis, y los alcohólicos, que eran muy pocos,
ya que estaba muy mal vistos, era una auténtica deshonra. Y, sin embargo, todo
el mundo bebía pero nadie se emborrachaba. Teníamos una relación muy medida y
muy respetuosa con el alcohol. En los pueblos había siempre el tonto y el
borracho, algunas veces, casi siempre, eran la misma persona. Sin embargo,
ahora parece que los jóvenes salen con la intención de beber hasta caer
redondos. Pobres.
Una de las muchas cosas
que me enamoraron de la Andalucía social era una cosa que llamaban “coger el
puntito”, que es llegar a coger ese punto de euforia y de alegría, mantenerse en
él y no pasarse. Lo que en una generalización maravillosa se define como "estar a gustito".Y eso es puro sentido común, sentido del equilibrio y de las
buenas maneras personales y dominio de uno mismo. Fíjate como en las fiestas andaluzas la gente
tiene siempre la copa en la mano y como a medida que trascurre la jornada lo poco
que el vaso va a la boca. Y las veces que renuevan las bebidas, poniendo hielo
y bebida nueva. Es todo un arte de moderación y buen gusto. Los vascos somos o
éramos también muy moderados y contenidos en relación con el alcohol: el vino
siempre presente, buen vino a poder ser, nunca en exceso.
A mi muy jovencito me
dieron un consejo que me ha servido de guía siempre en relación con la bebida.
Me lo dio una persona mayor a la que escuche con atención y respeto como
entonces era lo normal y adecuado: “Juanmari, supón que eres una persona que le
gusta el mar y que le gusta salir a pasar el día en barco en este Cantábrico
que tan jodido es para navegar. Y tienes dos opciones, una es pasar un día
divertido pescando o la otra que te guste marearte y pasar el día devolviendo.
Tú eliges”. Joder, me convenció para toda la vida. No me gusta marearme, la
fiesta se acaba en ese momento. Y no me gusta revolcarme en el suelo entre
vómitos. A lo mejor este consejo que me dieron sirve para otro.
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