La razón de la cara del payaso en la portada de mi obra "Humanitas et Universalitas"

La razón de la cara del payaso en la portada de mi obra "Humanitas et Universalitas"




 Le clown triste. Bernad Buffet

 

En aquellos, ya lejanos, años de mi debut como aprendiz de hombre en el mundo, cumplido mi servicio militar en África,  mediados los sesenta,  vivía en Bilbao, donde había nacido en el año 42, en plena II Segunda Mundial, tres años después del fin de la Guerra Incivil española, en el seno de una familia, -muy curiosa en el fondo sobre la que algún día me extenderé por su participación en la guerra y en la postguerra incivil, y las lecciones de convivencia y tolerancia no habladas que recibí de ellos-, por parte materna de la clase proletaria acomodada, todos eran dueños de la vivienda en que vivían, y por parte paterna de la burguesía medio-alta vasca, más por la educación y las relaciones familiares que por el dinero. Mi bisabuelo materno se arruinó en el incendio de su fábrica de lonas y velas para barcos y mi bisabuelo paterno, industrial y propietario minero, murió muy joven y la suerte de la familia y de su fortuna quedó en las manos de su socio y cuñado Agustín Santisteban.

Bilbao era por entonces la típica ciudad norteña casi asomada al Mar Cantábrico, ciudad de ría, de mar y  de brumas, y mucha contaminación, años con trescientos días de lluvias, siempre sirimiri, más semejante en clima, horarios, costumbres, concepto calvinista de la virtud del trabajo, de la seriedad y del dinero, a las ciudades inglesas que a las españolas, una ciudad vasco-española a 120 Kms. de la frontera con Francia, de gran tradición, naviera, industrial, comercial y financiera. El foco del inicio del desarrollo industrial del País Vasco y de España, que en el resto del territorio vasco era básicamente campesino y pescador, excepto San Sebastián que siempre ha tenido una fuerte presencia turística.

Empecé a trabajar muy pronto, era un lector empedernido, el conocimiento educacional ortodoxo me aburría casi siempre y a veces, pocas, me fascinaba, siempre en función del entusiasmo del  profesor por su materia, en los colegios, todos religiosos, donde estudié, era con mucha diferencia o el mejor o el peor de los alumnos, casi siempre el peor, veía las cosas demasiado rápido, las entendía casi antes de que las explicaran, pensaba que ya lo sabía todo, me perdía en otros pensamientos y lo olvidaba con la misma rapidez.  Consecuencia un desastre.

Con el paso de los años entendí esos conceptos sobre niños singulares que necesitan una educación especial, y unos padres comprometidos, yo fui un niño absolutamente asilvestrado que tomaba las decisiones sobre mi vida desde la infancia, desde que tengo recuerdo, pero en aquel tiempo de eso no se sabía nada, de la necesidad de Colegios especiales, ni se sabía que fracasan o abandonan sus estudios los estudiantes más torpes y, en mayor número, los más inteligentes, sobre todo cuando la educación está basada en la memorización tipo loro, la repetición y la perseverancia, el lento paso del promedio de la clase, que era aburrido y horrorosamente lento, solo recuerdo aburrimiento, y no en la brillantez de las ideas, la agilidad oratoria, la fascinación por el conocimiento y la provocación intelectual.

Yo todo eso, todo lo que me interesaba y me interesaba todo, lo tomaba a grandes sorbos de la lectura, con avaricia, con muchas noches, pero muchas, leyendo hasta el alba, días enteros de bibliotecas públicas sin asistir al colegio, una vez casi un año seguido, vivía prácticamente en la Biblioteca, compartiendo sin saberlo la idea de Borges cuando dijo "Siempre imaginé el Paraíso sería algún tipo de Biblioteca", leyendo sin orden ni concierto, con voracidad heterodoxa, soy de esas personas de leer cada día de mi vida y que cuando no tengo otra cosa leo hasta la guía telefónica y, a mejor, un diccionario abierto al azar que es siempre una fuente de sorpresas maravillosas, mientras que la educación formal me parecía, y lo era, gris, triste y aburrida. Y pronto entendí también que dado el volumen inmenso del conocimiento humano la elección era o saber casi todo de casi nada, o saber casi nada de casi todo, yo elegí esta última opción, los ideales del Renacimiento, sin pensamiento consciente, solo a caballo de las lecturas desordenadas.

Y, además, quería vivir, tenía urgencia por volar, por ganar dinero y vivir mis propias aventuras en el mundo real, amor, viajes, experiencias, y para todo eso, y mucho más, sueños, deseos y sed de aventuras tenía para dar y regalar, pero para ello necesitaba el combustible universal, el dinero. Es decir me puse a trabajar y abandoné mi vida estudiantil sin pena ninguna, tenía la sensación que sabía gracias a mi afición a la lectura mucho más que la mayor parte de la gente que conocía. No en educación formal acreditada, lo que me ha dejado deficiencias educativas irremediables.

Mis amigos hablaban bien del sistema educativo de los jesuitas, pero la calidad intelectual de otras órdenes educativas religiosas, -estuve en varias-, era sencillamente patética, muchos de aquellos hermanos eran simplemente huidos del campo, refugiados de la pobreza. Muchas familias enviaban a educar a sus hijos a los Seminarios y a las Órdenes Religiosas, y muchos no volvían a la pobreza y al trabajo agotador que veían en sus padres. Pero a muchos de ellos les estimé muy seriamente, más por su calidad humana que intelectual. Y a muchos detesté, por lo mismo a la inversa, eran ignorantes y malos.

Recuerdo especialmente, en mis años de internado, a un anciano al que llamábamos El Hierbas, al que al final de sus días le habían encargado de la Farmacia del Colegio, por darle alguna ocupación, y que era muy aficionado a la Medicina Naturista y a la Fitoterapia, a las hierbas curativas,  un adelantado a todos los hoy modernos al menos en cincuenta años, aunque en realidad era la medicina de los pueblos agrícolas, los remedios caseros de toda la vida, tiempos de cataplasmas, vahos de eucaliptos, sanguijuelas, parteras, sanadoras y curanderas. Y, además, demasiado cerca de Zugarramurdi, lugar de triste recuerdo, ya que allí se celebró el juicio a la brujería más importante de la historia de España.  

Pero era un hombre feliz, un anciano activo, un creyente sin fisuras, allá, en el Baztán, uno de los valles más hermosos del mundo regado por el Bidasoa, rio que marcaba la frontera con Francia, donde pasé dos años con los Maristas, y le gustaba hablar conmigo y a mi hablar de mis inquietudes intelectuales adolescentes con él, sobre todo religiosas, pero recuerdo con pavor que un día me dijo “Para de hablar, Juanmari, me estás inquietando y estás poniendo en peligro mi alma”.

Fue demoledor para mí con 14 años pero me enseñó una cuestión capital: Respetar las creencias ajenas, las creencias se gestan en los hondones del alma, no puedes quitar consuelos y esperanzas, y menos a un hombre que pasados los ochenta, había dedicado toda su vida a Dios y a su Iglesia. Era un ser humano que no andaba, levitaba, llevaba el hábito siempre flotando detrás de sí por la velocidad con la que se movía, allí murió, y fue para mí el primer muerto en olor de santidad, algo extraordinario en bondad y en humanidad que no sabía que existía en el mundo. Lloré. Mucho. 

Y muchísimos años después tuve otro amigo aquí en Marbella que también murió en olor de santidad. Fundador de los Colegios Ecos-Las Chapas en Marbella, el mejor fruto depurado, solo un soldado comprometido, del Opus Dei. Íbamos a visitarle en el que fue su lecho de muerte y nos consolaba él a nosotros, sus desconsolados amigos. Se llamaba Paco Lara y yo me iba después a la playa a pasear mi dolor y su agonía.

Vidas heroicas incluso para un agnóstico, o tal vez más por ser agnóstico, el aprecio por las virtudes humanas heroicas, que son heroicas tanto a la luz de la Razón como a la luz de la Religión. Tantos héroes religiosos que reparten amor, educación, alimentación y asistencia sanitaria por los muchos estercoleros del mundo, mientras que muchos políticos y más intelectuales  utilizan a los pobres para vivir como ricos. 

Cuentan, -y yo lo cuento siempre que puedo-, que un importante político visito a la Madre Teresa y viendo el día a día de su trabajo en Calcuta, alimentar a los pobres,  cuidar a los enfermos, dar cobijo a los moribundos, enterrar a los muertos, entre otras muchas obras meritorias, le dijo “Ni por un millón de dólares al día haría yo este trabajo”- Y la madre Teresa le contestó “Yo tampoco”.

¿Pero qué coño estoy haciendo? He empezado intentado hacer un artículo frivolón y aquí estoy con recuerdos que me hacen llorar. Esto de la memoria de los ancianos es una cosa de poca confianza, te traiciona con facilidad, es muy larga en lo lejano y muy corta en lo próximo. Ya se sabe que envejecer es jodido pero que las alternativas son mucho peores.

Vamos pues a la “frivolité” ya que quiero hablar de París y el origen de la cara de payaso triste, lúcido y lloroso con la que presento mi obra Humanitas et Universalitas, que a mi amigo Ismael Lorenzo no le gusta y me dice que le gustaría más mi cara real. Pero para mí eso es imposible.

El origen de mi elección es el siguiente. Ya he dicho que nací cerca de la frontera francesa, a exactamente mil kilómetros de París, la misma distancia que tenía con Torremolinos, Málaga, otro de los grandes amores en mi vida: Andalucía, destino muy lejano y exótico para los vascos en aquellos años,  donde ahora vivo.

Y también he dicho alguna vez que en la España de la época -creo que en todo el mundo occidental con la misma fuerte represión sexual que era general, con matices y excepciones sobre todo nórdicas, las mujeres follaban cuando querían -y querían poco sin promesa matrimonial- y los hombres solo cuando podían, que podíamos poco. Eran tiempos donde la virginidad era exigida por muchos hombres para casarse, y no eran solo los brutos ignorantes, en un grupo de amigos míos un día hablando del tema, de unos veinticinco universitarios de magnífico nivel social y académico el único que dijo que no era importante, que lo importe eran otras muchas cosas fui yo. Y me reía por lo que sabía y callaba. 

Sabía que nunca me casaría con una mujer con la que no hubiese convivido algún tiempo. El sexo es un mundo muy complicado, es el centro indiscutible de tu vida y nunca sabes como vas a reaccionar con tu pareja. Funciona o no funciona, y nadie sabe la razón. Y los hombres lo tenemos jodido, no lo podemos disimular, las mujeres pueden fingir, nosotros no. 

De hecho con una de las mujeres más hermosa con la que yo he estado en la cama no me provocó reacción sexual ninguna, ante mi estupor, no me lo podía creer, la miraba y me la hubiese comido viva, y lo intenté con ganas, y muchas veces, pero por la razón que sea mi cuerpo no reaccionaba. Aquella hermosa y agradable mujer me producía frio y no pasión, nunca sabré porqué. 

De forma que casarse sin sexo previo era un suicidio, podías joder tu vida al completo desde la noche de bodas, ser un desgraciado y hacer muy desgraciada también a la otra parte. Aunque ahora ya no es muy importante,  el divorcio siempre es y será un fracaso, sobre todo con hijos, pero la gente hoy se separa por cualquier tontería, pero en aquellos años te casabas con la intención de ser para toda la vida. 

Y callaba la enorme hipocresía masculina de la época, de todos aquellos amigos míos y yo mismo, casi todos habíamos tenido alguna experiencia sexual, -dentro de los disparates de la época algunos se operaban de fimosis días antes de la boda y otros se enteraban que necesitan operarse después de la boda y conocí a otro que termino la noche de bodas en el Hospital para curarse una hemorragia por una fimosis en directo sin anestesia- y, desde luego, ninguno nos sentíamos mal, yo me sentía mejor, más completo, más hombre, más preparado para la vida, más capaz de hacer feliz a una mujer ¿Por qué razón las mujeres no iban a tener los mismos derechos, sensaciones y experiencias? Hay un chiste que viene al pelo, en cuanto a la experiencia sexual que serviría para los dos sexos. Se acerca una mujer mayor a una esposa joven y le dice "Oye, tu marido es un golfo, se está follando a todo el vecindario". Y le contesta la esposa, "Por Dios, que vergüenza, con lo mal que folla".

En fin. Menos mal que un hombre y una mujer pueden hacer muchas cosas placenteras sin penetración, el problema era que éramos muy poco desinhibidos, muy tímidos, muy pudorosos, una sociedad con muchos silencios, muy oprimidos por la severa educación religiosa,  pero, es gracioso recodarlo a estas alturas de mi vida, muchas de aquellas virginales doncellas te proponían de todo, incluyendo sexo anal, por el que yo he tenido muy poco interés por motivos médicos-sanitarios, pero no sexo vaginal. Prohibido. Había que conservar la virginidad. 

Era una idea espantosa, se ve desde lejos a la mujer que ha practicado el sexo anal, el vaginal imposible, con la poca experiencia sexual que se tenía en la época, -no teníamos ninguna educación sexual, todo eran pruebas ciegas de fracaso/éxito, una maldición, muchas frustraciones, muchas malas experiencias y otras muchas experiencias absolutamente memorables y el deseo siempre presente, eso noche y día y cada día,-,  pero una mujer con cuatro gemidos, un me duele, y un me estás haciendo daño, y algunos gestos faciales de ¿Qué me estás haciendo?  servía para que el tontaina de turno se creyera que había desvirgado a su mujer. Yo se lo recomendé a muchas y a todas les salió bien. En esos temas los hombres somos torpes e ignorantes a jornada completa. Las mujeres nunca.  Hay un vulgar pero muy expresivo refrán castellano, tan cierto como la Ley de la Gravedad, que dice que "Los asuntos de la jodienda no tienen enmienda", por represiva que sea una sociedad los hombres y las mujeres se buscan y se encuentran, vaya que si se encuentran, casi ocho mil millones estamos para atestiguarlo.

Hoy todos pueden y todos quieren, y tampoco es eso, se ha hecho demasiado fácil y vulgar, yo soy algo más romántico, más sentimental, me gusta el juego y los prolegómenos, pero como fui muy aficionado, confieso que me hubiese gustado nacer cincuenta años más tarde y haber tenido un poco sexo fácil y vulgar, pero sobre todo naturalidad, curiosidad, experimentación y alegría sexual. 

Si el sexo no es un festín de deseo, alegría y amor explosivo, nada es. Si no es así, si no deseas a tu pareja con locura, cada día, cada momento, ni lo intentes. Si no estás dispuesto a dar la vuelta al mundo cabeza abajo por una mujer, ni lo intentes. Nada hay peor en el mundo que el sexo triste, repetitivo y desilusionante, lo que llamaban en la generación anterior a la mía, como obligaciones maritales donde el marido incluso reprochaba como viciosa a su mujer si lo disfrutaba, hay que ser tonto, y lo demostraba, parafraseando a Hannah Arendt, la banalidad del sexo burocrático. 

Yo fui de ese tipo de hombre que cuando no estaba enamorado de verdad todas las mujeres del mundo -bellas, jóvenes  y en estado de merecer, naturalmente- me parecían pocas y cuando he amado de verdad una sola mujer llenaba por completo mi vida y todas las demás dejaban de existir.

Pero en aquel tiempo, para ventaja de los golfantes entusiastas y un poco aventureros, era muy difícil que una mujer dijese que no a una escapada a París. Y allí iba yo, viernes tarde terminada la jornada, toda la noche conduciendo cuando todavía no había autopistas, solo el desdoblamiento de Las Landas, llegada a París amaneciendo, búsqueda de Hotel en el Barrio Latino, alrededor del cruce de Saint Germain des Prés y Saint Michel, en el centro del París literario y bohemio al que entrabas por inmersión, tiempos de Sartre y Simone de Beauvoir a los que siempre intentabas ver desde lejos en el Café de Flore y en Les Deux Magots, pero poco se les veía, impensable acercarse,  Camus y Gide, por allí andaban, no para mí, salvo en sus libros, un breve descanso y un urgente sexo desenfrenado, y a patear el París que yo amo y amaba, el eterno, el que sigo amando hoy. 

Como siempre me ha pasado en mi vida normalmente para mal, yo fui un adelantado, estuve en París en Abril del 68, pero no en Mayo. Dependía cada año en qué fecha caía la Semana Santa, que es una festividad movediza. Podían haber empezado un poco antes para habernos encontrado. De toda la gente que conozco con pretensiones intelectuales, yo soy el único que no estuvo en el Mayo del 68. Todos mienten.

Las horas muertas en el Jeu de Paume, el antiguo frontón de pelota vasca, sede aquellos años de los Impresionistas, recoleto, íntimo, maravilloso, todo lo importante del Impresionismo allí estaba, no más de diez personas como asistentes  normalmente, -no me digáis nada, en el Prado lo mismo en aquellos años, y en muchos otros museos, solo yo-, intimismo y dialogo con las obras,-ahora refugiados para mal en la monstruosidad de la Gare d’Orsay donde han metido de todo, demasiada basura de la época, pero al que siempre voy, allí están muy mal acompañados muchos de mis viejos amores-, justo en los Jardines de Luxenburgo, en las cercanías Le Grand y Le Petit Palais, donde cada año, y yo no faltaba a ninguno en primavera, se montaba el Salon des Independants, el último grito en pintura, mucha, casi toda, para quemar, pero a veces absolutamente fascinante. 

Allí se marcaban las tendencias del mundo. Allí vi por primera vez aquellos cuadros blancos, sin nada pintado encima, solo el fondo impoluto, que dieron lugar a aquella obra de teatro "Arte" que tuvo gran repercusión para ridiculizar a tantos que quería aparentar que sabían algo de pintura. Hay una ingeniosidad que no me resisto a incluir "La gran tragedia de la pintura moderna es que parece que solo la entienden los críticos que la alaban o la critican". Pero casi peor eran los cuadros con una frase pretendidamente sofisticada y profunda pintada, que te daban ganas de hacer un grafiti en el mismo cuadro  diciendo "Deja la pintura, y estudia filosofía, mamón".

Nunca se puede faltar en las visitas a París ir a la Sainte-Chapelle, en la Isla de Cité, en la capilla superior el alma se expande hasta el infinito en la gloria del gótico radiante francés, una exaltación imposible de explicar, un desmayo ante la belleza lo sublime,  algo parecido al denominado Síndrome de Stendhal referente a Florencia,  y en la capilla inferior asistir a un concierto de música de cámara si es que había alguno programado. Te aseguro que no lo olvidarás nunca.

Esas terrazas acristaladas de Saint German, donde veías pasar la vida como un rio sin fin, allí lo inicié pero lo he hecho costumbre alrededor del mundo el ver pasar la ciudad donde esté desde una terraza, inventándote historias sobre los paseantes, y donde veías pasar la mejor moda de París y las niñas más hermosas, las fascinantes estudiantes de la Sorbona, sobre todo las de Bellas Artes, las más originales, se las veía desde lejos, eran un grito de sexualidad, estilo y alegría de vivir.

Años después me enteré que ese pensamiento también lo tenían los grandes diseñadores parisinos e iban a inspirarse a mis mismas terrazas, buscando ideas y originalidad. A lo largo de mi vida he asistido a algunos desfiles de alta moda, ninguno como las calles del París estudiantil.

Un sábado y un domingo desenfrenado por París, de museo a museo,  sin faltar nunca al de Rodin, de restaurante a restaurante, el centro Le Procope para cenar, de garito a disco y  de disco a garito, sobre todo aquellas cuevas de cantantes en vivo, escapada que repetía unas 8 veces al año, a veces solo, a veces acompañado, excepto en Semana Santa que la repartía entre París y Londres.

Veranos, Agosto entero, entre Tánger, decadencia y nostalgia de cuando era una ciudad internacional libre y única, donde entraba el dinero a raudales, ciudad de espías y aventureros, hasta 1956, donde reinaba Barbara Hutton, no, nunca me invitó a sus fiestas, solo era un espectador curioso,  no estaba en la lista, y Torremolinos, que era el centro del mundo hippy europeo en verano,  junto con el Soho en invierno, que ardía de pasiones y sexo, de guitarras y quejíos flamencos, de libertad, de muchas flores y pocos sujetadores ¡Gloria, los pechos tenían movimiento propio!, lo de andar descalzos era un tontería peligrosa en un país donde todos fumaban y el cenicero era el suelo, playas para bañarnos desnudos a la salida de las discotecas, vestidos solos por la luz de las estrellas con bordados de espuma de mar, espetos y chanquetes y cerveza helada, la barra del Pez Espada si querías alternar a lo fino y el Restaurante Antonio en la Carihuela para los pescaítos, Frutos si te alcanzaba el dinero para pagar el mejor jamón del mundo, aquellas dos inolvidables marisquerías en una terraza, solo un mostrador y una plancha frente a frente, eran competencia y el bar, al fondo, era de otro, La Nogalera y San Miguel, arriba y abajo, el no parar. 

Pero aquel sueño lo mató un Gobernador de Málaga que cerró todos los bares de mariquitas del Pasaje Begoña, que era un referente gay en todo el mundo, detuvieron metralleta en mano a más de 100 maricones de tronío, patrios y extranjeros, identificaron y multaron a más de 300,  en 1971, en aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes, y le siguieron el cierre de muchas discos, tablaos y horarios de cierre espartanos, y mataron Torremolinos en una sola noche, todo lo divertido, todo lo original, todo lo transgresor, se mudó a Ibiza al completo que inició un despegue maravilloso de fiesta, sexo y libertad, hasta hoy, de forma que gracias pueden dar los ibicencos a aquel gilipollas, en fin, aquello de juventud divino tesoro, divina locura. Toda la herencia literaria de aquellos años maravillosos fue el libro "Hijos de Torremolinos", yo uno de ellos, muy poca cosa. Cuando tuve un poco más de dinero cambié el verano en Torremolinos por los cruceros, pero esa es otra historia. Y, con más tiempo, por Marbella.

Con las maletas en el coche, la despedida de París era el concierto de órgano en Nôtre Dame a las cinco de la tarde del domingo y a su término, carretera y vuelta Bilbao, para llegar antes de las ocho del lunes, para ir directamente a trabajar, muerto matáo, pero feliz y loco por volver a hacerlo.

Pues al final, parece que llego al origen de la carátula del payaso, cuando me pongo a recordar soy un plasta, he elegido dar la vuelta al mundo por el camino más largo, al igual que aquel queso de bola que se equivocaron en el envío y en lugar de mandarlo al pueblo vecino que era su destino, lo hicieron pero dando la vuelta al mundo.

Y cuando le pusieron en la estantería con sus compañeros estos se interesaron por su tardanza y él les contó el viaje de su vuelta al mundo, lo que causó gran admiración. Y uno le demostró su curiosidad y le dijo “¡Qué suerte has tenido! Habrás aprendido mucho” y el queso viajero le contesto, “No creas tú que tanto”. Cuantos seres humanos son el queso viajero en el viaje de la vida, lo que a mí me despierta mucha compasión, también por mí que no se dé cierto cuanto de queso viajero tengo.

El Museo de Arte Moderno de Paris,  dedicado al siglo XX, está en un hermoso edificio, una sobresaliente obra arquitectónica, el Palais Chaillot que tiene una hermosa y enorme terraza justo enfrente de la Tour Eiffel que está al otro lado del Sena, las mejores fotografías de ella se sacan justo desde allí. Los domingos primaverales hay muchos patinadores algunos de nivel excepcional aprovechando la inmensa terraza y llevan incluso su propia música.

Yo iba mucho a ese museo ya que tenía entonces -creo que ahora está en el Pompidou- un cuadro de Dalí que me fascinaba, “Alucinación parcial. Seis apariciones de Lenin sobre un piano de cola”, la precisión prodigiosa de las caras de Lenin de mayor a menor, prodigio de perspectiva, de tal vez entre lo mejor del surrealismo,  complicado de decir, Dalí es mucho Dalí, nadie como él en imaginación desbordante desde El Bosco.


“Alucinación parcial. Seis apariciones de Lenin sobre un piano de cola. Dalí"

Y por fin llegamos. En la tienda de recuerdos del museo -no compro nada habitualmente- vi la litografía de una cara de payaso, con mirada triste, pero lúcida, inteligente, penetrante, esa tristeza en la mirada que siempre he pensado que es la del filósofo, de los que ven la trama oculta de la vida y  que es, tal vez, mi mejor patrimonio familiar, se exactamente de quién la heredé, una tía abuela Nieves Pacheco Santisteban siempre me decía que tenía la misma mirada triste que su madre, mi bisabuela paterna.

Total, compré la pequeña litografía, la pegué en una madera para dale soporte, le puse un marco gótico que hacía un contraste provocativo y me ha acompañado por todas y cada una de mis vicisitudes del vivir los últimos 55 años. Nunca vi el original, y pensaba que su autor era uno de los muchos impresionistas tardíos, ya muertos, que lo intentó en París sin llegar a ninguna parte, como tantos. Entonces Google no existía.

Yo he sido un egoísta feroz con respecto a la difusión del conocimiento, a mí me interesaba el conocimiento ajeno, lo que ya sabía no me interesaba nada difundir ni pensar sobre ello, de las novelas leía las ajenas, las mías las soñaba y entretenían mis días y mis noches, también mis solitarios paseos soñando despierto, pero solo para mí, siempre he sido un lector, y aunque desde niño todos me auguraban un futuro de escritor lo cierto es que mi vocación era la lectura. "¿Que tipo de egoísta es quién sabiendo algo importante no lo comunica? Unamuno". Ese era yo, tu paisano.

Pero llega un momento en la vida de los hombres en que de pronto, y sin saber porque, de pronto tienes una mirada crítica sobre la vida y el mundo, y esa lucidez te hace llorar al ver el dolor y el despropósito del mundo y te obliga a devolver y a colaborar, en lo posible, a comunicar lo mucho que has obtenido y disfrutado del trabajo intelectual  ajeno y te decides a colaborar  con el desarrollo del ser humano, de las sociedades y del mundo, máxime cuando compruebas que eres capaz de volar a las alturas donde muy pocos pueden llegar o han llegado a lo largo de la Historia y que tienes ideas que tal vez puedan ser nuestra salvación colectiva, en ese agudo filo de la espada donde se mueven las sociedades humanas, entre nuestros mejores sueños colectivos y el desastre más absoluto.

En mi opinión más cerca del desastre que de la salvación, con la eterna pregunta sin contestación de si la inteligencia humana es lo mejor que le ha pasado a la vida y al planeta, o si la inteligencia humana es una enfermedad mortal para la vida y el planeta. Con esta pandemia incontrolable, que en mi opinión procede de un ¿error? de seguridad de un laboratorio, la pregunta se hace muy actual. Y emerge sin contestación posible una idea para mi capital, que es la base de todo mi trabajo, la evidencia de que solo tenemos un planeta y que solo somos una Humanidad. O nos salvamos juntos o pereceremos juntos.

Y, entonces, hace unos veinte años, comienzo a escribir un trabajo donde plasmo lo poco o lo mucho que ido incorporando a mi vida intelectual, a mi memoria del vivir y del pensar,  a ratos, ya que mi vida estaba dedicada a vivir y a sobrevivir en el duro mundo real, y aburrido de una obra que nunca se acababa  hace unos quince años me retiré a un convento benedictino para terminarla, en el maravilloso Monasterio de Leyre, tumba real de los primitivos reyes de Navarra, el único lugar del mundo donde reposó de verdad durante algunos días mi alma inquieta. 

Además de escribir desesperadamente en mi celda de clausura, con un frio polar, era Diciembre, hice exactamente la misma vida de la Comunidad, asistía cada día al ritual benedictino de la Obra de Dios, el Orad sin cesar, más preciso el Ora et labora, el rezar y el trabajar al servicio de tus hermanos, por tanto empezaba el día a las 6 con los Maitines, Laudes, Celebración Eucarística, Sexta, Nona, Lectio, Vísperas y Completas a las 21. Todas las comidas en el Refectorio con la Comunidad en el silencio benedictino de la clausura, escuchando al Lector la lectura edificante elegida para el día. Y todo con canto gregoriano, para mi solo, era el único asistente a los oficios, casi siempre, sobre todo en los Maitines ¡Y era tan hermoso! ¡Tan, tan, hermoso!

De pronto entrabas en un tiempo sin tiempo, en un deslizarse hacia el infinito, eras testigo y participabas de una liturgia eclesial que continua con la regla de San Benito para la vida monástica desde los principios del año 500, 1.500 años de Historia, 1.500 años de tiempo me contemplaban en aquellos muros, A. Huxlex lo expresó con certeza cuando afirmó "A la Iglesia Católica Católica se le pueden negar muchas cosas, pero no la belleza de su Liturgia",  estaba inmerso e hipnotizado en el mismo ritualismo que habían contemplado el paso de los siglos, exactamente por los mismos protagonistas, la Comunidad sin individualidad ya que en los oficios solo se ven los hábitos, el conjunto, no personas, y en el que llegaba tarde a un Oficio se tumbaba en las losas heladas en humilde disculpa de su tardanza hasta que el Abab lo disculpaba, y yo estaba traspasado de paz, de insignificancia, de envidia de aquella vida de creyentes, de aquel amor, de aquella disolución del Hombre en una vida espiritual superior, en el conjunto de la Comunidad, de esa Comunidad intemporal siempre presente, siempre la misma a través de los siglos, de aquella oración por la salvación del mundo y de los hombres, en fin, tal vez la única vez en mi vida que he estado en paz, en calma intelectual, que he lamentado que el ejercicio de la Razón, para mi la cumbre máxima del ser humano, me haya llevado a un agnosticismo sin fisuras, a abrazar el dolorido pensamiento del poeta malagueño Manuel Alcántara, hace poco fallecido, que viendo la situación del mundo así se expresó "Otros no buscan a Dios/ yo no tengo más remedio/ me debe una explicación/ Yo no digo que si/ yo no digo que no/ yo digo que si Dios existe/ no tiene perdón de Dios". W. Allen abunda en esta percepción cuando dice "Si Dios existe más vale que tenga una buena excusa".

Y lo hice, lo terminé, pero como escritor seré lo que sea, pero como lector soy muy agudo y exigente,  y mi trabajo, mi mensaje, no estaba a la altura que pretendía, y, desilusionado, lo dejé en el olvido. Años después lo cogí de nuevo para corregirlo, pero era imposible, de modo que salvando algunas cosas lo empecé de nuevo y creo que ahora sí, creo que mi trabajo es un mensaje universal y está entre lo mejor que se ha escrito en lengua castellana, para mí, sobre todo en ideas, y como soy bilbaíno tiendo al fantasmeo y como andaluz de adopción a la exageración, ambas licencias me vienen concedidas para soportar mi afirmación laudatoria sobre mi propia obra. Pero lo importante es el juicio ajeno, que será otro. A mucho peor, supongo.

Cuando decidí publicarlo no tenía otra imagen para la portada que la cara del payaso triste, así es su nombre en francés “Le clown triste”. Bajo esa mirada lo escribí. Así me sentía. Era una mirada lúcida, triste, compasiva. Y como era un trabajo ajeno me puse a informarme si tenía derechos de autor, pensando que si el pintor era de finales del XIX o principios del XX, podría utilizar la imagen libremente, pero Google me dio una sorpresa que me enfureció conmigo mismo. Resulta que Bernard Buffet, su autor, es contemporáneo mío, hubiese podido conocerle, y comprarle obra original, haberle tratado, era un intelectual importante con una obra importante, nació en el 28 y se suicidó en el 1999.

Pues me puse al trabajo de encontrar a sus herederos para pedirles permiso para utilizar esa obra, que engrandecería la memoria de su autor, en el supuesto de que mi trabajo tuviese repercusión, harto difícil ya que no soy un cocinero famoso o un cantante de 17 años que escribe sus memorias, pero que en ningún caso le podía perjudicar. 

Y resulta que tengo un amigo en Francia, Xavier Troque, abogado importante, curioso de todo como yo, con el que mantengo una fluida comunicación en español, lo habla excelentemente, sobre todo tipo de temas vivenciales y literarios, somos muy amigos que hemos pivotado sobre una de las personas más culta e inteligente que yo he conocido, Javier de Goñi, q.e.p.d., hermano, como tal te quise, polemista insufrible sobre todo tipo de temas, a huir sobre todo del tema vasco-navarro ya que era un sabio vasquista hasta el absurdo donde perdía todo equilibrio, siempre terminaba yo recordándole que el Cardenal Cisneros y Fernando de Aragón, que habían consumado la anexión de Navarra a la corona de Castilla habían muerto hacía siglos, pero tal vez por su linaje seguía argumentando la maldad de Castilla en la anexión en 1512, siempre olvidando convenientemente que la mitad de los navarros, los beamonteses y unos 15.000 vascos, sobre todo guipuzcoanos, entre otros San Ignacio de Loyola, fueron los autores de la anexión a España, los mismos que ahora quieren separarla de España, en fin locuras de la Historia y de la locura homicida y egoísta de mi pueblo, pero no sigo, parece que quiera ganar la discusión por abandono de Javier, que nunca lo hubiese hecho, hoy seguiríamos discutiendo con igual ferocidad, lo tendré que dejar para la próxima reencarnación con él presente, horas de discusiones feroces sobre el tema vasco con una persona, abogado, educado por los jesuitas en Deusto que solo admiten a los más listos, lo que lo hace especialmente jodido ya que son magníficos en cualquier argumentación y en retorcer la realidad y darle el sentido que pretendía, una persona capaz de argumentar a favor o en contra de la misma situación, con absoluto convencimiento, nacido en Elizondo, el último varón de la estirpe de Teodosio de Goñi, el de la triste leyenda, el de San Miguel de Aralar, pero que te ensanchaba la mente al límite de tu capacidad,  y Xavier resulta que vive en la casa donde a veces vivió en sus visitas a Périgueux, uno de mis maestros fundamentales, Montaigne, no en el Castillo donde nació y vivió, y resulta que indagando en mi nombre resultó que era amigo del abogado que lleva los intereses de los herederos de Buffet. A todo el mundo le parecía bien el tema, los días pasaron a ser años, y cuando decidí de una vez publicar mi trabajo no tenía el permiso de la familia, ni noción siquiera si lo tendría algún día.


Hôtel de Crémoux donde vivía Montaigne cuando visitaba el Périgueux 

Y, dándole vueltas al tema, y le di muchísimas, tuve una buena idea, si el tema era un payaso triste nadie mejor que la cara del autor con el disfraz de payaso que es libre y universal y entré en contacto con una joven mujer excepcional, Esther Romero, que tiene la empresa www.diseño106.es, que plasmó mi idea de manera genial, al punto de recibir felicitaciones de todos los que habían colaborado con el tema de Buffet, ya que para todos el resultado era mejor que mi idea original, añadido además Andrómeda como fondo del retrato, que expresaba exactamente mi título de la obra, el payaso la Humanidad, poco más somos, payasos que nos creemos ser algo, y solo somos humo y nada, una Galaxia en representación de la Universalidad y de nuestra insignificancia relativa, y, además así es justamente como yo me sentía, desolado ante la locura del mundo, entre el horror por la problemática situación de la Humanidad y el éxtasis por los grandes triunfos conseguidos por el espíritu humano, en esta contradictoria condición humana, en la que somos  capaces de lo mejor y capaces de lo peor, tanta locura, tanta maldad, tanta crueldad, tanta sangre derramada, tantos niños muertos de hambre y enfermedades perfectamente curables. Y una lágrima corría por mi mejilla, tributo a la locura del mundo. Tengo para mí que la mayor parte de los seres humanos son muy inteligentes en la solución de la problemática de su vida a nivel personal, pero que los seres humanos somos absolutamente idiotas a nivel social.

Y  en sentido contrario, tanto potencial para el bien, para el desarrollo personal intelectivo, para el desarrollo de una cultura global de enorme importancia, para el desarrollo de la única especie, que sepamos, con la que el Universo puede meditar sobre sí mismo, sobre su origen, su desarrollo, su futuro ¿comprendéis por un momento la maravilla que supone ser el único organismo autónomo pensante del Universo, un ser no mecanicista, no obligado a ser como el resto de toda la realidad que conocemos, una inteligencia que puede mirar hacia su interior intentando comprenderse, intentar comprender toda la fenomenología exterior, y pensar incluso contra si misma? -¿Alguien puede pensar en Marte escogiendo su propia órbita? ¿O las reacciones químicas decidir sobre su propio resultado?- solo nosotros podemos soñar futuros, incidir sobre la realidad y sobre nuestro futuro, poderlo construir, destruir o cambiar la realidad para adaptarla a la medida del ser humano.  Y la gran pregunta es ¿Qué podemos hacer? Yo os doy muchas respuestas utópicas en casi todos los campos importantes de la actividad humana a esa pregunta.

Cuando entras en el mundo del análisis filosófico, “la ciencia de todas las ciencias y de sí misma” deberías pasar bajo un cartel que te anunciara el pensamiento de Heidegger “Quién no soporte ser arrojado a la problematicidad más absoluta, será mejor que se aleje de la Filosofía”, pero eso es absolutamente imposible para las mentes inquietas, no hay nada en este mundo, ninguna materia que sea ajena al análisis filosófico, todos filosofamos cuando intentamos dar respuestas o explicaciones coherentes y lógicas sobre cualquier materia, incluyendo las religiones. Pero Heidegger nos vuelve a advertir que “La Filosofía comienza cuando tenemos el valor de que nos salga al encuentro la nada” ¿Tienes tú el valor de seguirme en mis reflexiones, en mis utopías, en mis nadas?

Si sigo voy a volver a escribir mi obra, de manera que paro, y te informo que en mi página web puedes leer la dedicatoria que es para ti, que es para todos y descargarte gratis el Introito donde explico la intencionalidad de la obra, muy extensamente, también tienes desde allí el acceso al blog desde  el link “Política y monstruos”  donde analizo temas de actualidad, pocos, me aburren y me indignan escribir sobre las golferías políticas, pero seguramente te interesarán si te ha interesado lo que has leído hasta aquí. Esta es:

https://humanitasetuniversalitas.com/

https://humanitasetuniversalitas.blogspot.com/

Pero para que te hagas una idea de lo que te vas a encontrar, te pongo de seguido dos largos párrafos no seguidos del Introito:

Mirar de frente la Nada y arder de amor por la Vida -por el camino que viene de la Nada y que nos conduce a la Nada- he aquí lo que amo…  Nikos Kazantzaki.

Amigo mío, este trabajo que tienes ahora entre tus manos contiene algunas reflexiones sobre el hecho de ser y sobre el hecho de existir, sobre cómo entendernos y como entender la desoladora angustia de un ser consciente en el dificultoso, incognoscible, cambiante y convulso escenario que supone la realidad que nos toca vivir durante el breve tiempo de nuestra existencia, inmersos y condicionados por un concreto marco existencial-temporal-cultural-moral-político-económico-sociológico,etc., las circunstancias de Ortega, con una cierta visión generalista e integradora sobre nuestro común pasado y con una cierta visión utópica generalista e integradora sobre nuestros futuros previsibles. En definitiva, intenta ser una cosmovisión universal de cual pueda ser nuestro destino como especie, que se apoya en el pasado pero que intenta mirar nuestra proyección de futuros previsibles e imprevisibles. “Las esperanzas del mañana/ estas son mis fiestas. Rutebeuf”.

 De mi tiempo soy peregrino, testigo y participante en mil batallas perdidas, sobre todo conmigo mismo como cada cual por sí, “una sombra que camina”, efímera burbuja en la noche de los tiempos, hecho “De la misma sustancia que los sueños. Simmel”, y un sueño o una pesadilla es lo que muchas veces pienso que soy, esforzado resistente de los cambiantes tiempos, “tomando ora la pluma, ora la espada”, malicioso y humillado bailarín y obligado surfista social, de las encrespadas, turbias y turbulentas aguas, “El que es maestro en algo es aprendiz en todo lo demás, Nietzsche”, irónico y triste observador de nuestras compartidas miserias, angustias y desolaciones, ingenuo pícaro entre malvados recalcitrantes, un aprendiz de truhan, sí, como casi todos para intentar sobrevivir, pero también un modesto y orgulloso espectador de los inmensos logros del espíritu humano donde se contienen nuestras mejores esperanzas de futuros prometedores, ya que en el fondo “yo solo soy un hombre que lee. A. Pérez-Reverte”, y soy, por tanto, voz hecha de voces vivas y muertas, aprendiz eterno sin intención de llegar a ser maestro de nada, “en la Vida todos somos aprendices; nacemos sin saber nada y cuando empezamos a saber algo, morimos”, diletante y autodidacto de provecho escaso pero abierto como peregrino a todos los vientos y a todas las tempestades de  los solitarios caminos, “llegas a un cierto nivel de sabiduría cuando ya la vida se acaba”, con un pie en la tumba escribo, mi tiempo se consume, pero huérfano de sabiduría a ella llegaré, como todos. “Huelo a muerto en estos días, huelo a olvido,/ a un poema inacabado, a tristeza, a pecado./ Huelo a estorbo de recuerdos, a Navidad de niños huérfanos./ A polvo puesto, a caras parcas, a espermios muertos. G. Osses Vilches”.

 

¿Entiendes ahora la razón de la portada elegida?

 

Amo a muchos cantantes franceses, pero el más parisino de todos, para mí, es el italiano Ivo Livi, Ives Montand, en esa virtud tan parisina de hacer suyo todo el talento que llega a París. La banda sonora de mi vida cuando pienso en París es esta: Á Paris, au printemps






 

 



 

   

 

 


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