REQUIEM POR UNA FAMILIA MUY BILBAÍNA


REQUIEM POR UNA FAMILIA MUY BILBAINA
IN MEMORIAM

Me despierto hoy con la noticia del fallecimiento de Miguel Jones, el que fuese jugador del Indauchu y del Atlético de Madrid, ante la negativa del Athletic de Bilbao a ficharlo, -aunque jugó un partido amistoso-, por haber nacido en Santa Isabel, aunque desde muy niño estaba en Bilbao, desde 1943 cuando tenía cinco años, que es donde se hizo un buen hombre y un buen futbolista.   Y me vuelven a la cabeza recuerdos que no sabía siquiera que tenía.

Yo fui muy amigo del pequeño de los hermanos, Juan Manuel, fue mi mejor amigo durante un breve espacio de tiempo: nos separó, creo recordar, una chica, no por disputa por ella que desde el primer momento demostró su preferencia por él. A ella no le parecía adecuada mi amistad con su “noviete”, me veía demasiado golfo y desequilibrante y seguramente tenía razón. No se la suerte de aquel amorío de adolescentes, teníamos a la sazón unos 17 años, corría el año 59, en aquel Bilbao tan pequeño, tan familiar, tan provinciano, pero esplendoroso en comparación con la España de la época.  

Nos separamos pues sin dolor y sin reproches, nunca más volvimos a tener contacto pero toda la vida he guardado un buen recuerdo de él y de su familia, que eran una familia admirable plenamente integrada en la vida de Bilbao.  No sé cuánto había de verdad en la leyenda de que mi abuelo, Gervasio Pacheco Santisteban, fundador que fue del Club de Futbol de Santuchu y ¿del campo de Mallona?, o ¿del Landa Orlegi? y cofundador del Colegio de Árbitros de Vizcaya tuvo relaciones con el abuelo de “losco” Jones, Maximiliano, aunque me parece dudoso, aunque en el diminuto Bilbao  de 1900 si visitó la Villa es muy posible que pudiese ser verdad.

Más probable es que mi padre Juan José Pacheco Alonso tuviese relación con Wilwardo Jones, -según alguien me contó fueron condiscípulos- pero me consta  que no fue una relación estrecha ya que cuando se enteró de mi amistad con Juan Manuel no me hizo ningún comentario, aunque cierto es que mi padre no era especialmente inclinado a las confidencias familiares.

Tengo especialmente grabada la Nochevieja, supongo, de 1958, que pasé en su casa, que era la fotografía de una familia numerosa y feliz, tal vez la única familia de color establecida en España desde 1943, en plena II Segunda Guerra Mundial -justo cuando todo el mundo buscaba salidas fuera de España para huir del hambre-, alrededor del patriarca  Wilwardo y especialmente alrededor de la madre, Doña Susana, cariñosa anfitriona, que aquella noche relucía de orgullo al ver a todos sus hijos y a sus amigos es aquella fiesta.

Ese día conocí brevemente a Miguel, creo que entonces era ya una figura local jugando en el Indauchu, -yo al contrario de mi abuelo no tenía ningún interés por el futbol-, y compartimos algún recuerdo del Baztán, yo acababa de salir de Colegio San Martín de Oronoz y él había estado con los Capuchinos -único colegio de la orden- en Lecaroz. Creo recordar que eran siete hermanos, dos chicas, -la siguiente en edad a Juan Manuel se llamaba Begoña y era muy guapa-, y cinco chicos. Tiempos de los guateques y del cha-cha-cha, la gran novedad.

Don Wilwardo, que era ya un rico propietario en su país, estaba en ese momento camino de ser un hombre muy importante, sería Alcalde de Santa Isabel, primer nativo en el cargo, luego Procurador en Cortes por Guinea Ecuatorial, fundaría el partido político Unión Democrática Fernandina, sería miembro de la comisión que bajo supervisión de la ONU redactaron la Ley de Autonomía para Guinea, la vía elegida para la independencia ordenada del territorio, para su descolonización, aunque para España en aquel tiempo era ya una provincia más igual que el resto de las españolas, muchos de sus jóvenes venían ya a hacer carreras universitarias a la península, el 90% de la población estaba escolarizada -nunca más se ha vuelto a conseguir después de sesenta años-, y la economía era muy prometedora en relación a su área, entre otros méritos era el mayor productor mundial de cacao. Y después fue partícipe de la Conferencia Constitucional para Guinea Ecuatorial.

Nadie dudaba de que el candidato español como guía hacia la independencia sería Don  Wilwardo. Y todos los que en aquella época tuvimos alguna relación con la familia, aunque fuese tan tenue como la mía, le considerábamos como Presidente in pectore  de Guinea Ecuatorial. En Bilbao vivían en un hermoso piso en la Plaza del Sagrado Corazón, o tal vez fuese el número 1 de la Avenida de José Antonio, como se llamaba entonces, donde también vivía un familiar mío.

¿Quién podría esperar entonces la vida trágica que les esperaba? El proceso no fue el esperado y la Presidencia terminó en las manos de un loco sangriento como Macías y aunque nunca seguí de cerca los problemas de esa familia siempre que aparecían en prensa los recordaba, así como en conversaciones con amigos que te hacían llegar noticias muy fragmentadas sobre la suerte de los hermanos. Naturalmente siempre eran malas noticias o al menos tristes.

Cuando Macías ebrio de sangre y poder, el que se autodenominaba marxista-hitleriano, ¡manda huevos!, y se decía de él que participaba en festines caníbales, barbacoas con el corazón y el hígado de sus enemigos, estableció una férrea dictadura, suspendió todos los partidos políticos y se dedicó a eliminar adversarios. Don Wilwardo fue acusado de participar en una conspiración para asesinarle. No sé más de su suerte. Ni siquiera si logro escapar. 

Y ya todo fueron desgracias excepto con Miguel, -que ha continuado toda su vida integrado en el futbol del bocho-, que yo sepa, de las que a mí solo me llegaban ráfagas, alguno de sus hijos en prisión en Guinea, por supuesto la expropiación de sus bienes, y algún otro viviendo prácticamente de la caridad en Bilbao. Y con algunas muertes prematuras, entre ellas el que fuese mi amigo Juan Manuel, según me dijeron. Espero de todo corazón que en una familia tan numerosa algunos hayan tenido destinos más tranquilos y más afortunados.

Desde la distancia en el tiempo, desde mis viejos recuerdos, mi pésame por Miguel y por todos sus familiares ya muertos, un saludo muy cariñoso a la familia Jones, muy bilbaínos y muy de pro. 

Os  dejo una bellísima, y muy sorprendente y muy apropiada despedida, nuestro Agur Jaunak 






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