HISTORIA DEL TIRITITRÁN DEL CANTE POR ALEGRÍAS
Cuenta la historia que en Cádiz un tal Don Diego sorullo “el zapatero”, sorullo que no de apellido, si no que debido a lo mal que liaba el tabaco de picadura, y a que se pasaba el cigarrillo de un lado de la boca a la otra con gran habilidad, e incluso con la lengua se lo introducía dentro de la boca, expulsando el humo por los conductos nasales y sacándolo de la boca sin quemarse, se lo pusieron de mote; Y zapatero porque regentaba una zapatería donde despachaba claretes y ponía jugosas tapas, llegando a ser tan popular que los grandes cantaores, bailaoras y demás artistas frecuentaban aquel local, que no sabemos si era una venta, un bar, o simplemente era una zapatería.
Se cuenta que Don Diego compró en el rastrillo de antiguallas, a un gitano por una peseta, una cazuela del siglo XIV en la que se lavaba los pies por la noche y durante el día cocinaba en ella moragas y carnes en su salsa.
La verdad es que el pobre hombre no tenía para comprar un barreño de zinc para lavarse los pies, que era lo que se usaba en aquella época, y de ahí el doble uso que le daba, se podría decir que el olor a queso de cabrales que le desprendía los pies, y que quedó impregnado en la dicha cazuela, era lo que le daba ese gusto tan exquisito a sus guisos, que le llenaba de gente la zapatería.
La zapatería la frecuentaba un Torero muy famoso de aquella época, que era muy dado a las fiestas flamencas, le gustaba beber, comer y cantar hasta el amanecer. La frecuentaba también un cantaor gitano poco agraciado en belleza pero hermoso como una tortuga romana según Don José María Pemán, y poco dado al trabajo pues como él decía ¿cómo voy a trabajar, si soy de Cádiz? pero que tenía mucha gracia contando anécdotas y chistes porque era muy embustero; era el que le organizaba las fiestas, iba siempre acompañado en sus fiestas por un guitarrista apodado “Hérculito el niño”, y las bailaoras “La Piconera ” y “La Pepa” que eran entradas en años y auténticas del baile gitano entre faraónicas y goyescas y además eran de oficio.
Por aquellos días se paseaba por Cádiz un periodista inglés, afincado en Gibraltar que hablaba medio Español y medio Inglés, llamado Mr. Okay y que llamaba bastante la atención por su atuendo, traje de lino blanco, sombrero de ala ancha y un clavelito rojo en la solapa, y se apoyaba sobre un bastón con la empuñadura de plata, que figuraba la cabeza de un león, símbolo del imperio inglés; y su intención en Cádiz era de escribir sobre la flamencología, mandado por el mismo Príncipe de Gales, quien se enamoró en uno de sus viajes por tierras Andaluzas del folclore Andaluz.
El periodista en seguida dio con la zapatería, pues era el punto de referencia del flamenco por aquel entonces. Mr. Okay habló con Don Diego Sorullo quien a su vez habló con el cantaor para organizar una fiesta flamenca.
Para el día de la fiesta, el cantaor contrató a un cantaor, y valga la redundancia, apodado “La Ofifa”, muy popular por aquel entonces en la mente del escritor que temía que aquella palabra en desuso se perdiese, además del ya mencionado guitarrista y las bailaoras que siempre les acompañaban, aquel día el cantaor, llevaba dos días seguidos bebiendo vino y casi no se tenía en pie.
El Torero le pidió al cantaor que se echara un cante, fue cuando le tocó cantar, se sentó en la silla y empezó a sonar la guitarra por bulerías y el cantaor empezó hacer unos sonidos guturales, pues con la borrachera no se acordaba de la letra de la canción, y empezó a improvisar diciendo: Tirititrín, tinti, tirititrán, trantran; y “la Piconera” le decía a “la Pepa” venga chiquilla sal ya, y la Piconera decía: pero que dice si este tío está loco, mientras el cantaor seguía con su improvisación, “la Pepa” salió a bailar con el moño tieso zapateando y apuntando con el tacón repiqueteando sobre el tablado, liberándose, por unos minutos, de la dolorosa sensación de los juanetes, ya que “la Piconera” en vista de que el cantaor no atinaba con la borrachera, a seguir la letra, no se atrevió a salir. Así terminaron el baile con el cantaor improvisando.
El mundano e inteligente periodista Mr. Okay quedo muy agradecido e impresionado por la fiesta en casa del zapatero, haciéndole elogios de su buen vino y su extraordinaria cocina, a la vez que rebañaba la susodicha cazuela con un trocito de pan.
Y escribió sobre aquella noche de flamenco; diciendo que aquello era un tono, o semitono de las alegrías que se deriva de los tientos de las cantiñas que se cantaban en las campiñas y marinerías. Cuando se lo leyeron al Torero se echó a reír diciendo, que no, que eso fue una borrachera que cogió el cantaor y no se acordaba de la letra.
Y he aquí la historia que desde entonces las alegrías de Cádiz empiezan con la onomatopeya del Tirititrán.
(Apostillando: Interpretación libre de la Historia del Tirititrán.)
Andrés Sedeño*
Juan María Pacheco: La historia me parece maravillosa y seguramente cierta, ya que si hay algo de verdad en el mundo del flamenco es la improvisación, la gracia y el arte para salir airosos de cualquier situación, y eso es ciertamente parte del duende que aparece así, en ese segundo de iluminación ingeniosa tan andaluza, tan bella, tan mágica. En las muchas noches de risas y flamenco, he podido vivir momentos tan exquisitos como ese.
Chano Lobato lo contaba con mucha gracia más o menos así, pero metía como torero a Ignacio Sánchez Mejías que creo que es muy posterior, -es el torero con gran cultura literaria partícipe y mecenas de la generación del 27, cuya muerte en la plaza de toros de Manzanares en el 34 cantó en un bello poema Federico García Lorca- y tenía unos tanguillos en los que cantaba al perol de doble uso y a su dueño el zapatero.
Chano Lobato da otra explicación interesante y con mucha guasa gaditana, que os pongo a continuación:
Unos alegres buenos días por tanguillos donde se canta al caldero de doble uso por Chano Lobato
Una aclaración que me ha pedido un amigo culto y purista, al que le parece pobre mi definición para el poema de Federico García Lorca al que hago referencia cuando escribo sobre el Tirititrán de las Alegrías gaditanas "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías", publicado, creo, en Madrid en 1935 por Cruz y Raya, un año antes de la propia muerte de Federico, me apunta, y tiene razón, que tal vez sea el poema más sentido, expresado desde los hondones de la pena más triste por la muerte de su amigo, y que este poema debe clasificarse como poema lastimoso, al modo del "Romance de la pena negra", -"Ay de ti, Soledad Montolla...."-, pero que dada su extensión y contenido de sus cuatro partes "La cogida y la muerte", La sangre derramada", "Cuerpo presente" y "Alma ausente", tal vez su mejor definición sea la de elegía laica, tal vez la mejor elegía laica de la historia de la literatura española. Por siempre resonará en la memoria española el octosílabo "a las cinco de la tarde". Dicho queda. Pero también hay que decir que es casi imposible de superar "Las coplas a la muerte de mi padre", de Jorge Manrique y los gritos doloridos de Lope de Vega por la muerte de su hijo Carlos Félix. Los tres te arrasan el alma, evidenciando ese dolor universal por las pérdidas, pero a mí, especialmente, Jorge Manrique.
Lo leí siendo muy joven, y hoy, más de sesenta años después, me sigue produciendo la misma emoción, los mismos estremecimientos y creo que de algún modo ha condicionado en gran parte mi vida reflexiva, esa especie de saudade, de pérdida, de añoranza por los sueños que nunca alcanzamos, por el unamuniano sentido trágico de la vida y por lo efímero de la existencia. "Y morirme de repente/ el día menos pensado/ ese en el que pienso siempre. Manuel Alcántara". Todos somos hijos de nuestras lecturas, al menos los que leen, pero de algunas lecturas más que de otras.
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